Un nuevo control médico
Hoy, jueves 30 de mayo 2013, Enrique tuvo un nuevo control médico. El Dr. Sahr, el retinólogo que lo trata, le habló con la misma serenidad y firmeza de siempre para anunciarle que tanto la ecografía ocular de la semana pasada como el examen realizado hoy indican que no hay evolución en el sentido esperado. Y la presión del ojo está bajísima. Hoy llegó a 2. Lo normal es entre 10 y 20. Hay pérdida del humor acuoso. No quedan ya dudas: un proceso de atrofia del ojo está en curso.
Se descarta entonces la posibilidad de la intervención quirúrgica de la cual se venía hablando. Se habló de diversas posibilidades... Enrique seguirá en observación. El proceso es lento. Algunos meses o más ... Se habló de una eventual prótesis... pero no, es pronto aun. Pero se habló de eso también.
No he querido perder la esperanza... Pero ahora, ya no sé. Tengo mucha pena y tanta rabia... Quique es fuerte, estoico. Dice que ya había hecho el duelo de la vista, pero ahora... pero no quiere perder la esperanza, dice, aun no. Hay que racionalizar, dice él, hay que racionalizar. Puede que eso ayude, me digo, pero cómo calmo esa tormenta que siento adentro.
Queda pelear por la justicia. Pero la asimetría es enorme. Es un sistema entero el que está en frente.
La sala de espera de la Unidad de Traumatismo Ocular del hospital El Salvador desbordaba de gente hoy. Parecía manifestación, me decía Quique ...
Isabel
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Balas de goma, ¿hasta cuándo?
12 jun 2013 - Público, España
A veces hay sucesos que marcan un punto de inflexión. Y el caso de Ester Quintana, que perdió un ojo por el impacto de una bala de goma en la manifestación de la última huelga general del 14 de noviembre del 2012, fue uno de ellos. Ya antes se habían dado heridos graves por el uso de estos proyectiles, pero no fue hasta entonces que, por vez primera, se encendieron las luces de alarma y la información saltó a la opinión pública.
Las mentiras de Felip Puig, consejero de interior de la Generalitat por aquel entonces, sin lugar a dudas, ayudaron. Comparecencia pública tras comparecencia pública negó el uso de dichas armas en la zona donde Ester Quintana resultó herida. Las imágenes tomadas, pero, indicaban todo lo contrario. La realidad de los hechos se impuso y la presión al Gobierno de CiU fue máxima. Muchos descubrieron, entonces, que las “pelotas de goma” no era sino balas que herían gravemente a la gente.
El colectivo Stop Bales de Goma, que lleva ya tres años trabajando para que se prohíban estos proyectiles, presentó ayer un informe contundente donde, apoyándose en estudios científicos, demuestra el carácter letal y extremadamente peligroso de estas armas. Los datos así lo rebelan. En los últimos tres años ocho personas han perdido un ojo a causa del impacto de balas de goma sólo en Catalunya. La cifra asciende a 22 en el conjunto del Estado, entre 1990 y el 2009. Y hasta dos han muerto, Rosa Zarra (1995) e Iñigo Cabacas (2013), por balas de goma disparadas por la Ertzaintza.
A pesar de que las instituciones afirman que dichas armas son “menos letales”, como si las armas pudiesen clasificarse entre aquellas que matan más o matan menos, la experiencia demuestra que la mayor parte de veces en que han sido utilizadas se han producido heridos de gravedad. La pregunta pertinente, si dichos proyectiles no son prohibidos, es: ¿Quién será el próximo? Imagino que ningún familiar de Felip Puig, que en su momento ya afirmó no recomendar a su hijo pasarse por Pl. Catalunya el día del desalojo de los indignados.
Asimismo, la velocidad a la que son lanzados dichos proyectiles, 720km/hora, los hace muy peligrosos, especialmente, al impactar en el pecho o la cabeza. Y no son pocas las veces que, a pesar de la prohibición reglamentaria, se dispara de cintura para arriba, como recoge el informe. Hematomas cerebrales, perforaciones pulmonares, pérdida de un ojo, lesiones en las extremidades, perforaciones intestinales y la muerte son las consecuencias de su uso en los últimos años. Algunos, sin embargo, en el poder, prefieren mirar para otro lado.
Las balas de goma, pero, son tan sólo la punta del iceberg de la violencia policial contra aquellos que no callan. La intensificación de la crisis y el auge de la protesta indignada ha mostrado, sin cortapisas, la brutalidad policial, amparada siempre por el poder político. Numerosos son los ejemplos que han escandalizado, en los últimos años, a amplios sectores de la opinión pública. Recordemos, sino, el desalojo de los indignados en Pl. Catalunya, Barcelona, el 27 de mayo del 2011, y tantos otros. Violencia policial, acompañada siempre de impunidad. ¿Cuántos casos de “extralimitación en sus funciones” -según el argot oficial- se han admitido, sus autores condenados y las sentencias cumplidas? No conozco ninguno.
A más crisis, pobreza y malestar, más criminalización de la protesta, violencia policial e impunidad. El Estado español tiene una de las tasas de policías por habitante más altas de Europa, unos cinco agentes por cada mil habitantes, cuando en la Unión la cifra es de unos tres agentes y en Estados Unidos unos dos por cada mil personas, según datos del Eurostat. La cifra no ha hecho sino aumentar en los últimos tiempos. Mientras se recorta en educación y sanidad pública, se aumenta la partida securitaria. Nos dicen que a más policía, más seguridad. Ester Quintana, Nicola Tanno, Carles Guillot y tantos otros que han perdido un ojo o han sido heridos por impacto de balas de goma nos demuestran lo contrario. Gracias a su perseverancia, y a la de aquellos que les apoyan, el silencio sobre dichos proyectiles, finalmente, se ha roto.
Esther Vivas / Público
http://blogs.publico.es/esther-vivas/2013/06/12/balas-de-goma-hasta-cuando/
Balas de goma: ¿Cuántas víctimas más hacen falta?
por Gerardo Pisarello y Jaume Asens - España
¿Cuántos ojos perdidos, cuántas muertes deben producirse para que las balas de goma sean definitivamente abolidas? Hoy mismo un juez de Barcelona ha imputado a 14 policías por un joven que perdió un ojo durante la huelga general del 29-M de 2012 ¿Cuántas imputaciones más hacen falta para acabar con este despropósito?
Desde el estallido de la crisis, han aumentado las protestas, y con ellas, el número de víctimas de la violencia policial en este tipo de manifestaciones. Ahí está el caso de Ester Quintana, la joven que perdió un ojo como consecuencia del impacto de una pelota de goma disparada por los Mossos d’Esquadra durante una huelga general en Barcelona. Este caso, en el que hay dos policías imputados, le costó el cargo a un Comisario, Sergi Pla. Y supuso la caída de un Consejero, Felip Puig, finalmente apartado de sus funciones tras las últimas elecciones. En poco tiempo, en verdad, se han multiplicado los actos de solidaridad con las víctimas de este tipo de violencia. En Cataluña, se han generado campañas como la de “Municipios libres de balas de goma”. Asimismo, gracias a la presión de partidos, sindicatos, la defensoría del pueblo y asociaciones como Stop Balas de Goma, se decidió crear una comisión parlamentaria para revisar el material que usan los antidisturbios y el modelo de orden público. En su primera comparecencia, el nuevo consejero Ramon Espadaler, lamentó lo ocurrido con Esther Quintana. Pero ni asumió la responsabilidad del cuerpo en el asunto ni quiso reconocer que no era la única víctima de estos proyectiles.
Durante los últimos años, siempre que se ha utilizado esta munición en actos públicos ha habido heridos de gravedad. Hematomas cerébrales, perforaciones pulmonares, lesiones a las extremidades son solo algunos de los daños que pueden causar en quienes reciben su impacto. Renombradas revistas médicas como The Lancet, informes de la Sociedad Española de Oftalmología o el balance de personas que han perdido un ojo son, al respecto, elocuentes: más de 20 en todo el Estado desde 1990, según el matutino El Periódico. En Barcelona, sin ir más lejos, una de las supuestas víctimas fue, en el 2009, el propio jefe de la policía local, Xavier Vilaró. Tras la actuación policial como consecuencia de los disturbios por la victoria de la selección española en la Eurocopa, a Vilaró le tuvieron que extirpar el bazo. En enero de ese año, asimismo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo condenó al Estado español por un “mal funcionamiento de la administración pública” a indemnizar con 170.000 euros a un joven herido por otro impacto por un bote de humo disparado a bocajarro por la policía nacional.
Más preocupante todavía resulta que tales armas puedan ser letales, tal como expone el reciente Informe presentado por Stop Balas de Goma con múltiples casos documentados. El más reciente es el de Íñigo Cabacas, un joven bilbaíno que en los incidentes que se dieron tras un partido del Athletic de Bilbao murió por el impacto de una bala de goma en la cabeza. El suceso llevo a Rodolfo Ares, consejero del interior del País Vasco en ese momento, a prohibir esta clase de munición a la Ertzaintza. No fueron las únicas autoridades en tomar cartas sobre el asunto. La mayoría de los países europeos, ya con anterioridad, había vetado su uso ante casos parecidos. Así, por ejemplo, Alemania, Bélgica, Holanda o Gran Bretaña sustituyeron las balas de goma por medios a priori menos contundentes e indiscriminados. De hecho, desde hace años organismos e instituciones internacionales como el Parlamento europeo, Naciones Unidas o el Consejo de Europa vienen insistiendo en que debe de optarse por medios menos lesivos.
En un Estado que, al menos formalmente, asegura regirse por el principio del uso limitado y excepcional de su aparato represivo no resultan admisibles unos proyectiles de 90 gramos de peso que pueden superar los 720 km/s, amenazando seriamente la integridad física y la vida de las personas. La validez de un medio debe medirse por su racionalidad práctica. Es decir, por los efectos que es capaz de producir y por su congruencia con los fines proclamados. Y las graves consecuencias producidas por su uso con toda seguridad no son queridas pero tampoco imprevisibles. Y más cuando parece innegable que son ya frecuentes los casos en que se producen disparos discrecionales, a menos de la distancia reglamentaria y en lugares donde los incidentes habían finalizado o ni siquiera empezado, como en el caso del caporal herido en plaza Cataluña.
En realidad, el uso de armas con un potencial lesivo tan grande no debería estar al alcance de un Estado de derecho para reprimir a los ciudadanos. Es una violencia desproporcionada e incontrolada reñida con el derecho que, a su vez, constituye su negación. Y ello, precisamente, por la preminencia que tiene el valor de la integridad física y la vida en un ordenamiento que se pretende democrático. Es ésa la explicación de que su uso sea más propio de los ejércitos en conflictos bélicos que de los policías en desordenes urbanos. De hecho, en EEUU se ha utilizado en contextos de guerra en sus misiones internacionales, como en Afganistán. Y en Israel, su uso por parte del ejército ha causado ya 16 muertos palestinos. La guerra es por naturaleza un uso de la fuerza desmesurado e incontrolado, dirigido al aniquilamiento del adversario. Una operación de policía, por el contrario, debería limitarse al uso de la fuerza estrictamente necesario, no ya para “vencer”, sino únicamente para remover una alteración grave del orden público. El uso de la fuerza policial debe quedar supeditado, con la búsqueda de esa finalidad, a la observancia de estrictos criterios de congruencia, oportunidad o proporcionalidad. La lógica sobre la que se fundan estos principios es simple: la policía sólo puede disponer de medios peligrosos si es absolutamente imprescindible, si su uso es controlable y si con ello no se provoca un mal mayor que el que se pretende evitar.
Dotar a la policía de armas que pueden producir heridas graves o resultar letales para intervenir en manifestaciones públicas es incompatible con cualquier noción no hipócrita del Estado de derecho. Si los propios funcionarios policiales pueden llegan a ser víctimas de una bala perdida, ¿qué pueden esperar quienes salen a la calle a manifestarse o a celebrar la victoria de su equipo? No es al buenismo a lo que se apela. Abolir las balas de goma es hoy una exigencia civilizatoria, como la abolición de la tortura o de la pena de muerte. El único homenaje creíble a unas víctimas que no volverán nunca a ser las de antes.
Gerardo Pisarello y Jaume Asens / Público / 12-junio-2013
Juristas y autores del libro "No hay derecho (s): la ilegalidad del poder en tiempos de crisis" (Ed. Icaria, 2012)
http://blogs.publico.es/no-hay-derecho/2013/06/12/por-la-abolicion-de-las-balas-de-goma/